viernes, 26 de septiembre de 2008

Como no ganar en el Gran Dt, donde no jugar la final de la Davis, y que tren no tomarse



Yo se que a nadie le importa lo que yo diga o deje de decir. Se que nadie esbozará un mínimo destello de felicidad ante mi poco triunfal regreso, pero creeré que si. Creeré que un lector perfecto descansa sus codos frente la pc leyendo totalmente abstraído las arbitrariedades que hoy presentaré. Y ante el idílico lector rindo mis loas, y por tal razón dejaré una serie de consejos negativos. Es decir, una serie de certezas que radican en lo que no debemos hacer, en cualquier ámbito, en cualquier caso.
En primer lugar, tal como lo afirma el título, les tengo una gran noticia: no hay que jugar al “gran dt”. Es un simple experimento sociológico para devastar el autoestima argentino. Los machistas se frustran ante el triunfo de las mujeres, los novios lloran las victorias de las cuentas de sus parejas, los fanáticos del fútbol se desgarran ante la victoria del amigo que no diferencia entre un jugador de gimnasia y una caja de Patys. Es lo más parecido al abismo, o por lo menos a un abismo personal. Todos pierden en el gran dt, o tal vez solo yo pero de cualquier forma es cruel.
Segundo tema a tratar: La final de la copa Davis. ¿Donde no jugar? La respuesta es obvia, continuando con las negaciones estoy seguro de afirmar que en Argentina no. Se ha creado un juego de intereses tan cochino que ya el teorema del gran diego no se aplica a la pelotita mínima. Se manchó por el gran interés político, por lo poco que importan los jugadores, el público, salir victorioso. Se manchó porque solo representa un negocio. A los que nos importa esto, el deporte, sabemos la importancia; porque es histórico estar tan cerca, es histórico tener a un número uno jugando una final (toque lo que se toque), es histórico que todo el mundo vea la final en castellano, es histórico tener dos singlistas de tal clase. Pero poco parece importar todo eso, solo importa la foto, si va a estar bueno Buenos Aires o si vamos a ganar la Kopa, si va a estar bueno Córdoba o si nos meten la mano boba de Scioli en las pelotitas (de tenis). Por todo esto, y por otras cosas que son de lo mas arbitrarias propongo como sede el estadio “Madrid Arena”. Es una superficie indoors, es rápida, Nalbandian jugó de maravilla ahí (pasando por arriba a Nadal) y ningún político me va a romper las pelotas (es obvio que ahora si me refiero a mis propios testículos). Me tildarán de anarquista, seguro, pero no me pregunten a mi yo solo sirvo para inacciones. Tolerar estas disputas políticas es infernal. Es lo más parecido al tártaro. O por lo menos a un tártaro personal. Todos perdemos con esta final o tal vez solo yo pero de cualquier forma es cruel.
Para culminar el podio vamos a tratar el tema de los trenes. Prometí, en un título sumamente amarillista, revelar que tren debe uno vetar de su vida personal y así lo voy a hacer. No deben tomarse el San Martín, y no lo digo solo porque me gustan decir cosas que se caen de maduro, poner cara de serio e imaginar por un segundo que soy Doctor House, lo digo porque la gente se vuelve peligrosa cuando el tren anda mal (que es todo los días). Vándalos juveniles intentan incendiarte, vándalos infantiles intentan vomitarte, vándalos suburbanos intentan hacerte escuchar latosa cumbia desde su celular, vándalas viejas intentan enfermarte con indignantes discursos que radican siempre en lo yagua que es su nuera y lo desgraciado que es su hijo. Viajar de esta manera es bárbaro. Es lo más parecido al infierno. O por lo menos a un infierno personal. Todos morimos en cada viaje o tal vez solo yo pero de cualquier forma es cruel.
Y aquí termina mi épico desahogo pretendiendo que mis numerosas intolerancias se vean reflejadas en las intolerancias tuyas. Oh, lector perfecto. ¿Qué sería de mi sin ti? ¿Cómo podría yo vivir si no te tengo a mi lado para que me creas que por el solo hecho de afirmar inacciones estoy haciendo algo? No hagas nada, siente culpa y aléjate de todo, querido lector. Podríamos crear una religión y tu adorarme. Al fin y al cabo, con muchas privaciones se evita a Belcebú


- ¡ Objeción ! - le grité -. Yo estoy enamorado, pero no de la Bruja. sino de María. - Todas las mujeres que lo rechazan a uno son La Bruja. - Usted llegó a sugerir que María es el diablo. - Todas las mujeres que lo rechazan a uno son el diablo.
Alejandro Dolina
“Crónicas del Ángel Gris”